Carlos H. Pareja vivió su niñez en un ambiente de pobreza. Pero esto no fue óbice para que lo enviaran a estudiar medicina a Cartagena, como había hecho su padre. En esta ciudad contó con el apoyo de Fernando de la Vega, crítico literario, exponente de la intelectualidad cartagenera y editor cultural del diario La Patria.
Identificado con las ideas bolivarianas, dadas a conocer por su maestro P. J. Romero Arrieta, Carlos H. Pareja adoptó el nombre literario de Simón Latino, con el que firmaba sus poemas y escritos como colaborador del periódico de Domingo López Escauriaza.
Luego, en la Universidad de Cartagena, se puso al frente de la organización estudiantil, por lo cual fue designado por sus compañeros como delegado al I Congreso Nacional de Estudiantes, evento que se realizó en Medellín entre el 9 y el 20 de octubre de 1922.
En este Congreso, se trataron temas referentes a la reforma de la educación en Colombia, y los estudiantes, representantes de las diferentes universidades, fueron sus abanderados. Este certamen fue de gran importancia para el país, y la ciudadanía estaba muy pendiente de su desarrollo. El Espectador y El Tiempo, entre otros rotativos, le dedicaban reseñas diarias en primera página.
En este Congreso tuvo la oportunidad de codearse con reconocidos líderes estudiantiles de esa época, entre ellos: Germán Arciniegas y Rafael Bernal Jiménez. Simón Latino fue nombrado segundo vicepresidente del evento y presentó sus dos proyectos: la enseñanza primaria obligatoria y el establecimiento de las cátedras de Biología y Psicología en las facultades de Derecho.
Cuando se abordó el tema de la creación de la Universidad Libre, triunfó la corriente que defendía Germán Arciniegas, con la que se identificó Simón Latino; esto le costó la reprimenda del periodista sinuano Antolín Díaz, quien escribía para el diario El Decoro, de Magangué, y el cual tenía la esperanza de que su amigo estuviera del lado del liberalismo radical, representado por el general Benjamín Herrera.
Su vida literaria comienza con la publicación, en 1923, de “Sacrificio”, en la Novela Semanal, que dirigía el escritor Luis Enrique Osorio. “Antioquia para los antioqueños”, la editó la revista El Gráfico, de Bogotá, en 1924. Otros artículos de su autoría sobre asuntos jurídicos y literarios, fueron incluidos en varios órganos referentes a estos temas.
En febrero de 1924, se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, en Bogotá; donde, desde el principio, sobresalió por su calidad académica y sus ideas libertarias. Allí su colaborador fue el general Diógenes A. Reyes, ministro de Industrias, quien lo puso a trabajar en la dirección de la revista de ese ministerio y le dio la facultad de participar en algunas decisiones propias de esa jurisdicción.
En esa época, el país no tenía una legislación ordenada sobre minas y petróleos y no había juristas ni escuelas de formación sobre este tema. De ahí que Simón Latino, tan pronto terminara su carrera, viajara a la Ciudad de México a especializarse en legislación de minas e hidrocarburos.
Aceptado como miembro de la Sociedad Jurídica, se colocó al frente de diversas actividades, entre ellas varias investigaciones que se tradujeron en ensayos que salieron publicados en la Revista Jurídica.
Con el correr de los años, Simón Latino sería uno de los abogados más consagrados a la defensa de los derechos de los trabajadores, asesor de la Central de Trabajadores de Colombia, CTC, y de los sindicatos obreros. Por tanto, no es extraño que el 9 de abril de 1948, luego del asesinato de Gaitán -cuando invitó a la rebelión en el programa Últimas Noticias- sus primeras palabras estuvieran dirigidas a los obreros de Colombia.
Simón Latino combinó sus estudios de derecho con su pasión por la poesía. Se inició publicando en la página del rincón poético de El Pequeño Diario, de Magangué, después en La Patria, de Cartagena, y en El Gráfico, de Bogotá. Participó en varios concursos líricos y ganó la Violeta de Oro, en los Juegos Florales de Cartagena en 1923.
En 1930, publica “Vida de Bolívar para niños”, relatos históricos sobre El Libertador, narradas con sencillez y con bellas ilustraciones, como si fueran cuentos infantiles. Texto que tiene hoy una vigencia deslumbrante.
En 1933 llena auditorios dictando conferencias sobre diversos temas, especialmente de derecho. Su condición de líder es ejemplar; por su carisma y humildad, los jóvenes se sienten identificados con sus ideales.
En 1940, fue profesor de Derecho Administrativo en la Universidad Nacional, de sus experiencias e investigaciones apareció una obra que titula “Curso de derecho administrativo”, publicada en ediciones sucesivas durante los años 1937, 1939 y 1940.
La obra fue dividida en dos tomos: el primero dedicado a la teoría general del Derecho Administrativo; y el segundo, a la práctica administrativa colombiana. Éste fue un texto importante para su época. Aún hoy, aunque las leyes han cambiado, tienen vigencia algunos de sus apartes. En ese mismo año, es también profesor de la Universidad Libre y ejerce como Conjuez del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia.
La Facultad de Derecho de la Universidad Libre sufrió un vuelco a partir de la publicación de este “Curso de derecho administrativo”. Pareja era de los pocos profesores que tenían texto guía en el desarrollo de su asignatura. Esta obra contenía, entre otros, los siguientes temas: las reglas de procedimiento administrativo, la propiedad industrial y literaria, la asistencia social del Estado, las minas y petróleos, el régimen de tierras, las aguas de uso público, las personerías jurídicas, el comercio de explosivos y análogos. El texto era consultado por personeros, alcaldes, ministros y demás funcionarios.
El 8 de junio de 1942, inaugura su librería-editorial La Gran Colombia, que era, además, un centro cultural donde se reunían escritores, artistas y políticos. Allí publicó una serie de cuadernillos de poesía de autores colombianos, latinoamericanos y españoles. Estos cuadernillos eran distribuidos a bajo precio, y fueron de gran aceptación por el público. Él mismo se encargó de la divulgación. A sus alumnos y a los que visitaban su librería, les enseñaba la importancia de leer a estos poetas. Además, distribuía libros del Fondo de Cultura Económica de México y de editoriales de España y de Argentina. Algo de vanguardia para la época.
En esta labor, Carlos H. puso todo su empeño. Vendió poesía como se vende pan: como algo barato y necesario. Se dio cuenta de que los libros de poesía eran caros y grandes, no accesibles a todo el público, pues la mayoría de la gente común y de estudiantes pobres, no tenía dinero para comprar un texto, ni tiempo para leerlo. Por eso estos cuadernillos fueron un gran invento y tuvieron mucha recepción. Se pusieron de moda en una Bogotá que aún tenía cafés literarios y tertulias.
Para esta época, la situación policiva en el país era difícil. En la Aduana estaban pendientes de la llegada de los libros que, según su criterio, eran subversivos. Los que eran considerados como tales por la Popol (la Policía Política “encargada de purificar las ideas y el pensamiento”), se decomisaban y se quemaban. Igual suerte corrían los periódicos y revistas. Así, por ejemplo, fueron quemadas varias ediciones de “Rompiendo la noche”, de Pianinsky.
Cuenta Albio Martínez que en una ocasión se estaba exhibiendo “El capital”, de Carlos Marx y el agente de servicio informó a su jefe, quien se presentó de inmediato; éste miró el título del libro y reprimió a su subalterno “porque lo había hecho venir para mirar un libro de contabilidad” (71).
Pero el doctor Pareja tenía también sus amigos en la política y en el alto gobierno. A través de ellos lograba contrarrestar en parte la persecución y el decomiso de los libros que le enviaban del exterior.
Luego, la impresión de libros y folletos quiso abordarla él mismo, compró una impresora pequeña que bautizó La Hora. En ella imprimió “Roble y clavel”, de Elvira Lascarro, hija de Leopoldo Lascarro, su amigo, y quien había ocupado cargos en el gobierno.
Después, imprimió otro folleto con poemas de Neruda, bajo el título “Que despierte el leñador”. Entre los libros más vendidos en su librería estaban los de su autoría: “Curso de derecho administrativo” y “Código del Trabajo”, éste llegó a ser el primer código de bolsillo que se editó en el país. Los estudiantes de las universidades Nacional y Libre frecuentaban la librería, algunas veces para comprar y otras para robar. Así lo consigna García Márquez en sus memorias “Vivir para contarla”:
“Otro pariente casual, por parte de padre, era Carlos H. Pareja, profesor de economía
política y dueño de la librería La Gran Colombia, favorita de los estudiantes por la buena costumbre de exhibir las novedades de grandes autores en mesas descubiertas y sin vigilancia. (...) Me enfrenté al maestro Carlos H. Pareja, mientras tres de mis cómplices escapaban en estampida. Por fortuna antes de que alcanzara a disculparme me di cuenta de que el maestro no me había sorprendido por ladrón, sino por no haberme visto en su clase durante más de un mes. Después de un regaño más bien convencional, me preguntó: ¿Es verdad que eres hijo de Gabriel Eligio? Era verdad, pero le contesté que no, porque sabía que su padre y el mío eran parientes distanciados por un incidente personal que nunca entendí” (72).
El símbolo de la Librería-Editorial era un óvalo y dentro de él, un libro abierto, un par de cuernos de la abundancia, llenos de monedas; de cada una de las astas sobresalía un ramo de oliva. El óvalo aparece cruzado por una banda ancha que resalta a cada lado la inscripción La Gran Colombia. En la parte superior, en el lado izquierdo, se lee en letras pequeñas la palabra Librería; y en el derecho, Editorial.
El 9 de abril de 1948, después del asesinato de Gaitán, el doctor Carlos H. Pareja fue encarcelado por vociferar en una emisora contra el gobierno e incitar a la revuelta. La librería sufrió destrozos de la turba y fue incendiada.
Como era considerado incitador de las masas, le fue difícil conseguir local y apartamento para ellos y su librería, pues nadie quería arrendarles. Y los pocos que lo hacían, era por corto tiempo. Se vieron obligados a cambiar de sitio varias veces.
Debido a la situación que se vivía en el país, y a su persecución, Carlos H. Pareja viajó a Argentina, donde se vinculó a la Universidad de Buenos Aires. Allí revalidó su diploma de abogado e ingresó como profesor a la misma. Fundó la empresa editorial Nuestra América y prosiguió con la tarea de publicar libros y realizó una última entrega de sus cuadernillos de poesía con poetas brasileños, a quienes promocionó en toda América.
Carlos H. Pareja alternó su vida viviendo en el país y el exterior -Argentina, México, Estados Unidos, Canadá-; estudió, compiló y escribió poemarios, novelas, ensayos y libros de derecho. Fue una autoridad en temas que tuvieron que ver con el derecho y el
reordenamiento administrativo del país, y un impulsor incansable de la poesía.
Juan Gossaín, sobre Simón Latino, escribe: “Fue un hombre que emprendió la titánica tarea de llevarle al pueblo, en fascículos baratos, la obra de los poetas de Colombia y del mundo; que logró vender versos en las plazas de mercado entre el cacareo de las gallinas y el olor de las lechugas; que escribió unos versos propios que ya nadie recuerda; que tradujo estrofas de los cantores haitianos del vudú y del amor; este hombre que además de todo esto, enseñaba los trucos del derecho administrativo mientras compilaba a Rubén Darío, dejó escrita en su testamento su última voluntad: “Quiero que cremen mis restos y esparzan mis cenizas en el mar” (73).
Publicó varios libros, entre ellos, los ensayos y cuadernillos
- “Gobierno del pueblo, bases para una nueva Constitución que acabe con la miseria del pueblo”,
- “Tratado de derecho administrativo”,
- “Vida de Bolívar para niños” (1930)”;
- los poemarios “Las campanas del ángelus” (1920),
- “Canciones humildes, versos pasados de moda” (1930), reeditados en México, en la Editorial Stylo, con el título de “Versos” (1946);
- las novelas “Sacrificio” (1923),
- “Antioquia para los antioqueños” (1924),
- “Cuadernillos de poesía” publicados desde 1940 hasta 1965 y distribuidos a bajos precios.
Hacía 1980, se recogieron estos cuadernillos en varios tomos, ya que Simón Latino supo escoger autores naciones e internacionales y les hacia una breve reseña bio-bibliografica.
- “El monstruo” (1955).
Murió en Vancouver (Canadá), en 1987. El investigador Albio Martínez publicó una investigación sobre este escritor y político, titulada “Simón Latino y la Librería La Gran Colombia, patrimonio cultural de Bogotá”, con la cual obtuvo el “Premio nacional de ensayo Hernando Téllez”, 2004. El texto, que fue publicado en diciembre del mismo año por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá, significa una valiosa reivindicación de este importante hombre de letras y de pensamiento del Caribe colombiano. Este trabajo de Albio ha servido de fuente para el texto que sigue.