miércoles, 14 de marzo de 2012

Sincé Sucre Colombia

Aquí encontraras: Su historia, su geografía,sus barrios, sus corregimientos, sus veredas, sus escritores, sus músicos, videos y muchos temas relacionados con Sincé.



Sincé desde que fue fundada en 1775 por Antonio de la Torre y Miranda, en sus inicios pertenecía a la provincia de Cartagena y todas sus actividades económicas, sociales y políticas debían hacerse allá por lo que su gente duraban días en llegar a la ciudad, tal vez por las condiciones de las vías de acceso y el estado climático del momento que afrontaba el departamento, el cual era el de Bolívar. Hoy día las cosas han cambiado desde que Sucre decidió separarse del Departamento de Bolívar el 1º de marzo de 1966 siendo presidente Carlos LLeras Restrepo. Su destino va tomando su rumbo al desarrollo a pesar que sucre se encuentra entre los departamentos más subdesarrollados de Colombia después del Chocó, quizas por ser un Departamento joven, por la politiquería, o por muchos otros fenomenos que afectan por igual a sus municipios entre ellos Sincé.

A pesar de la lenta y puesta en marcha de planes de desarrollos por parte de algunos administradores que han pasado sin haber dejado huellas de progreso, hoy día se encuentra en otra actitud, gracias al relevo generacional que se está gestando y reclamando un espacio para poder mostrarse como la mejor alternativa de progreso,  y así darle solución definitiva a muchos problemas que aun persisten.  

De todas maneras en Sincé Se goza y se toma trago como dice el porro  "Soy Sinceano"



Carlos Henrique Pareja


Nació en Sincé Sucre Colombia, el 15 de julio de 1898. Estudió medicina en Cartagena, donde publicó un poemario. Se graduó en derecho, en 1928, en la Universidad Nacional. Publicó varios libros, entre ellos el primer tratado de derecho administrativo que se conoció en Colombia.

Carlos Henrique Pareja Gamboa fue hijo del médico Sabas Pareja y de la modista Eugenia Gamboa Paternina. Su bisabuelo paterno fue el célebre pedadogo Manuel del Cristo Pareja, casado con Lorenza García. Su abuelo por esta línea fue el abogado masón Eloy Pareja García, quien sobresalió como uno de los jefes liberales de la época, compañero de los generales Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera, diputado por Bolívar a la Asamblea Nacional, con el aval del Partido Republicano; el 21 de agosto de 1887, Eloy Pareja fue investido con el grado 33 por el Supremo Consejo Neogranadino de la Masonería, con sede en Cartagena. En desacuerdo con Núñez y la Regeneración, tuvo que salir de Cartagena, rumbo a las sabanas de Bolívar. El presidente de la República, Carlos E. Restrepo, lo nombró y se posesionó en el cargo de ministro de Obras Públicas, pero, infortunadamente, el 22 de octubre de 1910 lo sorprendió la muerte en uno de los salones del palacio presidencial. Por sus conocimientos jurídicos, por su rectitud y rebeldía fue paradigma para su nieto, quien escuchaba los relatos de sus andanzas, pues no alcanzó a conocerlo.

Carlos H. dice en su Autobiografía: "[.] mi padre murió prematuramente el 5 de mayo de 1899, y yo quedé, a la edad de diez meses, al cuidado de mi madre. Pocos años después mi madre volvió a casarse, y cambió de residencia, y yo continué viviendo con mi abuela materna y tíos y tías, que eran numerosos, hasta la edad de 16 años". 

Sus abuelos maternos fueron Eladio Gamboa y Francisca Peternina. La Niña Pacha, como cariñosamente llamaban a la abuela, era el centro de la familia; cuando se encargó del muchacho tenía más de sesenta años y había quedado viuda con una numerosa prole. Para sostenerse económicamente, montó en la esquina de su casa, en Sincé, un ventorrillo que era surtido por Eladio y Manuel, dos de sus hijos, quienes compraban en Magangué, a cuarenta kilómetros de allí, los artículos para la tienda y los transportaban en su recua de burros desde el puerto, ubicado en la margen izquierda del río Magdalena. 

Carlos H. tuvo un hermano por parte de padre, nacido cinco años antes que él, y a quien bautizaron con el nombre de José, pero le decían Pepe. Su relación con él fue más bien distante; por eso decía que había crecido como un niño solo o hijo único; la carencia de los padres la suplían su abuela y los tíos. Se volvió retraído y rechazaba la vulgaridad y la violencia que veía en sus compañeros de escuela; la timidez se apoderó de él, hecho que le generó cierto complejo que más tarde él definiría como de inferioridad. 

La abuela padecía penurias económicas; no obstante, matriculó a su nieto en la escuela primaria del pueblo, donde aprendería las primeras letras. Allí, sería determinante para su formación el encuentro con sus profesores Pedro José Romero Arrieta y Pedro Antonio Flórez Romero, quienes lo estimularon continuamente en su proceso de aprendizaje: "Mis maestros de la escuela primaria me ayudaron y animaron, y empecé a escribir versos pueriles a novias imaginarias, versos que se publicaron en un periódico del puerto de Magangué cuando yo tenía dieciséis o diecisiete años, y me crearon fama de poeta".

Después pasó a la escuela secundaria a cargo de don Lisandro Ulloa, un maestro "severo con la palmeta", tan usual en esa época. El joven se interesó mucho más por los libros, pero no había bibliotecas donde satisfacer su interés por la lectura. "Terminados los estudios primarios y secundarios, los más altos que era posible obtener en el pueblo, quedé, como muchos otros muchachos de mi clase y de mi edad, vegetando por las calles de la población, para encontrar alguna ocupación que diera sentido y objeto a mi vida.



Carlos H. Pareja vivió su niñez en un ambiente de pobreza. Pero esto no fue óbice para que lo enviaran a estudiar medicina a Cartagena, como había hecho su padre. En esta ciudad contó con el apoyo de Fernando de la Vega, crítico literario, exponente de la intelectualidad cartagenera y editor cultural del diario La Patria.

Identificado con las ideas bolivarianas, dadas a conocer por su maestro P. J. Romero Arrieta, Carlos H. Pareja adoptó el nombre literario de Simón Latino, con el que firmaba sus poemas y escritos como colaborador del periódico de Domingo López Escauriaza.

Luego, en la Universidad de Cartagena, se puso al frente de la organización estudiantil, por lo cual fue designado por sus compañeros como delegado al I Congreso Nacional de Estudiantes, evento que se realizó en Medellín entre el 9 y el 20 de octubre de 1922.

En este Congreso, se trataron temas referentes a la reforma de la educación en Colombia, y los estudiantes, representantes de las diferentes universidades, fueron sus abanderados. Este certamen fue de gran importancia para el país, y la ciudadanía estaba muy pendiente de su desarrollo. El Espectador y El Tiempo, entre otros rotativos, le dedicaban reseñas diarias en primera página.

En este Congreso tuvo la oportunidad de codearse con reconocidos líderes estudiantiles de esa época, entre ellos: Germán Arciniegas y Rafael Bernal Jiménez. Simón Latino fue nombrado segundo vicepresidente del evento y presentó sus dos proyectos: la enseñanza primaria obligatoria y el establecimiento de las cátedras de Biología y Psicología en las facultades de Derecho.

Cuando se abordó el tema de la creación de la Universidad Libre, triunfó la corriente que defendía Germán Arciniegas, con la que se identificó Simón Latino; esto le costó la reprimenda del periodista sinuano Antolín Díaz, quien escribía para el diario El Decoro, de Magangué, y el cual tenía la esperanza de que su amigo estuviera del lado del liberalismo radical, representado por el general Benjamín Herrera.

Su vida literaria comienza con la publicación, en 1923, de “Sacrificio”, en la Novela Semanal, que dirigía el escritor Luis Enrique Osorio. “Antioquia para los antioqueños”, la editó la revista El Gráfico, de Bogotá, en 1924. Otros artículos de su autoría sobre asuntos jurídicos y literarios, fueron incluidos en varios órganos referentes a estos temas.

En febrero de 1924, se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, en Bogotá; donde, desde el principio, sobresalió por su calidad académica y sus ideas libertarias. Allí su colaborador fue el general Diógenes A. Reyes, ministro de Industrias, quien lo puso a trabajar en la dirección de la revista de ese ministerio y le dio la facultad de participar en algunas decisiones propias de esa jurisdicción.

En esa época, el país no tenía una legislación ordenada sobre minas y petróleos y no había juristas ni escuelas de formación sobre este tema. De ahí que Simón Latino, tan pronto terminara su carrera, viajara a la Ciudad de México a especializarse en legislación de minas e hidrocarburos.

Aceptado como miembro de la Sociedad Jurídica, se colocó al frente de diversas actividades, entre ellas varias investigaciones que se tradujeron en ensayos que salieron publicados en la Revista Jurídica.

Con el correr de los años, Simón Latino sería uno de los abogados más consagrados a la defensa de los derechos de los trabajadores, asesor de la Central de Trabajadores de Colombia, CTC, y de los sindicatos obreros. Por tanto, no es extraño que el 9 de abril de 1948, luego del asesinato de Gaitán -cuando invitó a la rebelión en el programa Últimas Noticias- sus primeras palabras estuvieran dirigidas a los obreros de Colombia.

Simón Latino combinó sus estudios de derecho con su pasión por la poesía. Se inició publicando en la página del rincón poético de El Pequeño Diario, de Magangué, después en La Patria, de Cartagena, y en El Gráfico, de Bogotá. Participó en varios concursos líricos y ganó la Violeta de Oro, en los Juegos Florales de Cartagena en 1923.

En 1930, publica “Vida de Bolívar para niños”, relatos históricos sobre El Libertador, narradas con sencillez y con bellas ilustraciones, como si fueran cuentos infantiles. Texto que tiene hoy una vigencia deslumbrante.

En 1933 llena auditorios dictando conferencias sobre diversos temas, especialmente de derecho. Su condición de líder es ejemplar; por su carisma y humildad, los jóvenes se sienten identificados con sus ideales.

En 1940, fue profesor de Derecho Administrativo en la Universidad Nacional, de sus experiencias e investigaciones apareció una obra que titula “Curso de derecho administrativo”, publicada en ediciones sucesivas durante los años 1937, 1939 y 1940.


La obra fue dividida en dos tomos: el primero dedicado a la teoría general del Derecho Administrativo; y el segundo, a la práctica administrativa colombiana. Éste fue un texto importante para su época. Aún hoy, aunque las leyes han cambiado, tienen vigencia algunos de sus apartes. En ese mismo año, es también profesor de la Universidad Libre y ejerce como Conjuez del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia.

La Facultad de Derecho de la Universidad Libre sufrió un vuelco a partir de la publicación de este “Curso de derecho administrativo”. Pareja era de los pocos profesores que tenían texto guía en el desarrollo de su asignatura. Esta obra contenía, entre otros, los siguientes temas: las reglas de procedimiento administrativo, la propiedad industrial y literaria, la asistencia social del Estado, las minas y petróleos, el régimen de tierras, las aguas de uso público, las personerías jurídicas, el comercio de explosivos y análogos. El texto era consultado por personeros, alcaldes, ministros y demás funcionarios.

El 8 de junio de 1942, inaugura su librería-editorial La Gran Colombia, que era, además, un centro cultural donde se reunían escritores, artistas y políticos. Allí publicó una serie de cuadernillos de poesía de autores colombianos, latinoamericanos y españoles. Estos cuadernillos eran distribuidos a bajo precio, y fueron de gran aceptación por el público. Él mismo se encargó de la divulgación. A sus alumnos y a los que visitaban su librería, les enseñaba la importancia de leer a estos poetas. Además, distribuía libros del Fondo de Cultura Económica de México y de editoriales de España y de Argentina. Algo de vanguardia para la época.

En esta labor, Carlos H. puso todo su empeño. Vendió poesía como se vende pan: como algo barato y necesario. Se dio cuenta de que los libros de poesía eran caros y grandes, no accesibles a todo el público, pues la mayoría de la gente común y de estudiantes pobres, no tenía dinero para comprar un texto, ni tiempo para leerlo. Por eso estos cuadernillos fueron un gran invento y tuvieron mucha recepción. Se pusieron de moda en una Bogotá que aún tenía cafés literarios y tertulias.

Para esta época, la situación policiva en el país era difícil. En la Aduana estaban pendientes de la llegada de los libros que, según su criterio, eran subversivos. Los que eran considerados como tales por la Popol (la Policía Política “encargada de purificar las ideas y el pensamiento”), se decomisaban y se quemaban. Igual suerte corrían los periódicos y revistas. Así, por ejemplo, fueron quemadas varias ediciones de “Rompiendo la noche”, de Pianinsky.


Cuenta Albio Martínez que en una ocasión se estaba exhibiendo “El capital”, de Carlos Marx y el agente de servicio informó a su jefe, quien se presentó de inmediato; éste miró el título del libro y reprimió a su subalterno “porque lo había hecho venir para mirar un libro de contabilidad” (71).

Pero el doctor Pareja tenía también sus amigos en la política y en el alto gobierno. A través de ellos lograba contrarrestar en parte la persecución y el decomiso de los libros que le enviaban del exterior.

Luego, la impresión de libros y folletos quiso abordarla él mismo, compró una impresora pequeña que bautizó La Hora. En ella imprimió “Roble y clavel”de Elvira Lascarro, hija de Leopoldo Lascarro, su amigo, y quien había ocupado cargos en el gobierno.

Después, imprimió otro folleto con poemas de Neruda, bajo el título “Que despierte el leñador”. Entre los libros más vendidos en su librería estaban los de su autoría: “Curso de derecho administrativo” y “Código del Trabajo”, éste llegó a ser el primer código de bolsillo que se editó en el país. Los estudiantes de las universidades Nacional y Libre frecuentaban la librería, algunas veces para comprar y otras para robar. Así lo consigna García Márquez en sus memorias “Vivir para contarla”:
“Otro pariente casual, por parte de padre, era Carlos H. Pareja, profesor de economía
política y dueño de la librería La Gran Colombia, favorita de los estudiantes por la buena costumbre de exhibir las novedades de grandes autores en mesas descubiertas y sin vigilancia. (...) Me enfrenté al maestro Carlos H. Pareja, mientras tres de mis cómplices escapaban en estampida. Por fortuna antes de que alcanzara a disculparme me di cuenta de que el maestro no me había sorprendido por ladrón, sino por no haberme visto en su clase durante más de un mes. Después de un regaño más bien convencional, me preguntó: ¿Es verdad que eres hijo de Gabriel Eligio? Era verdad, pero le contesté que no, porque sabía que su padre y el mío eran parientes distanciados por un incidente personal que nunca entendí” (72).

El símbolo de la Librería-Editorial era un óvalo y dentro de él, un libro abierto, un par de cuernos de la abundancia, llenos de monedas; de cada una de las astas sobresalía un ramo de oliva. El óvalo aparece cruzado por una banda ancha que resalta a cada lado la inscripción La Gran Colombia. En la parte superior, en el lado izquierdo, se lee en letras pequeñas la palabra Librería; y en el derecho, Editorial.

El 9 de abril de 1948, después del asesinato de Gaitán, el doctor Carlos H. Pareja fue encarcelado por vociferar en una emisora contra el gobierno e incitar a la revuelta. La librería sufrió destrozos de la turba y fue incendiada.

Como era considerado incitador de las masas, le fue difícil conseguir local y apartamento para ellos y su librería, pues nadie quería arrendarles. Y los pocos que lo hacían, era por corto tiempo. Se vieron obligados a cambiar de sitio varias veces.

Debido a la situación que se vivía en el país, y a su persecución, Carlos H. Pareja viajó a Argentina, donde se vinculó a la Universidad de Buenos Aires. Allí revalidó su diploma de abogado e ingresó como profesor a la misma. Fundó la empresa editorial Nuestra América y prosiguió con la tarea de publicar libros y realizó una última entrega de sus cuadernillos de poesía con poetas brasileños, a quienes promocionó en toda América.

Carlos H. Pareja alternó su vida viviendo en el país y el exterior -Argentina, México, Estados Unidos, Canadá-; estudió, compiló y escribió poemarios, novelas, ensayos y libros de derecho. Fue una autoridad en temas que tuvieron que ver con el derecho y el
reordenamiento administrativo del país, y un impulsor incansable de la poesía.

Juan Gossaín, sobre Simón Latino, escribe: “Fue un hombre que emprendió la titánica tarea de llevarle al pueblo, en fascículos baratos, la obra de los poetas de Colombia y del mundo; que logró vender versos en las plazas de mercado entre el cacareo de las gallinas y el olor de las lechugas; que escribió unos versos propios que ya nadie recuerda; que tradujo estrofas de los cantores haitianos del vudú y del amor; este hombre que además de todo esto, enseñaba los trucos del derecho administrativo mientras compilaba a Rubén Darío, dejó escrita en su testamento su última voluntad: “Quiero que cremen mis restos y esparzan mis cenizas en el mar” (73).

Publicó varios libros, entre ellos, los ensayos y cuadernillos

  • “Gobierno del pueblo, bases para una nueva Constitución que acabe con la miseria del pueblo”,
  •  “Tratado de derecho administrativo”,
  •  “Vida de Bolívar para niños” (1930)”; 
  • los poemarios “Las campanas del ángelus” (1920),
  • “Canciones humildes, versos pasados de moda” (1930), reeditados en México, en la Editorial Stylo, con el título de “Versos” (1946); 
  • las novelas “Sacrificio” (1923),
  •  “Antioquia para los antioqueños” (1924),
  • “Cuadernillos de poesía” publicados desde 1940 hasta 1965 y distribuidos a bajos precios.  Hacía 1980, se recogieron estos cuadernillos en varios tomos, ya que Simón Latino supo escoger autores naciones e internacionales y les hacia una breve reseña bio-bibliografica. 
  •  “El monstruo” (1955). 
Murió en Vancouver (Canadá), en 1987. El investigador Albio Martínez publicó una investigación sobre este escritor y político, titulada “Simón Latino y la Librería La Gran Colombia, patrimonio cultural de Bogotá”, con la cual obtuvo el “Premio nacional de ensayo Hernando Téllez”, 2004. El texto, que fue publicado en diciembre del mismo año por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá, significa una valiosa reivindicación de este importante hombre de letras y de pensamiento del Caribe colombiano. Este trabajo de Albio ha servido de fuente para el texto que sigue.
Fuente:  http://www.semana.com/wf_ImprimirArticulo.aspx?IdArt=84418

martes, 13 de marzo de 2012

Juan Madera Castro


Nació en Sincé, fue miembro de varias orquestas las dirigidas por Pedro Salcedo y la del maestro Juan de la Cruz Piña. Esposo de Amparo Isabel Manjarrez con quien tiene 11 hijos. 
Tras una demanda instaurada por Juan Madera Castro, por reparación moral, el Tribunal Superior de Cundinamarca decidió fallar a su favor, reconociéndolo como autor de “La Pollera Colorá”.
En el año 2000, Madera decidió demandar por reparación moral y la semana pasada el Tribunal Superior de Cundinamarca falló y obliga a Francisco Choperena, pagar arresto por dos años y 10 millones de pesos al maestro Madera Castro como coautor de La Pollera Colorá, quien había sufrido durante 47 años la perdida de la obra como autor de dicha melodía.

Antes que Francisco Choperena le hiciera la letra a dicha melodía, esta pieza musical insigne de Colombia ya sonaba por todas partes interpretada por la orquesta de Pedro Salcedo y sus muchachos, agrupación de la cual hacía parte Juan Madera Castro, su compositor musical.

En 1963, fue llevada al acetato por el sello Tropical de Barranquilla, por situaciones circunstanciales, pues para reemplazar un porro que no le gustó al ingeniero de sonido, optaron por incluir La Pollera Colorá. Pero antes de eso, ya estaba registrada en la Notaria Primera de Barrancabermeja, apareciendo Madera y Choperena como autores, el uno por haberla compuesto musicalmente y el otro por agregarle la letra.

Todo se complicó cuando Choperena se estableció en Bogotá y la orquesta que la había interpretado inicialmente y que tenía como sede permanente a Barrancabermeja se desintegró. Aunque la canción con ritmo de cumbia continuó escuchándose a nivel nacional y en el exterior, Choperena nunca mencionó a Madera cuando lo entrevistaban en los medios, y se adjudicaba la autoría individual de la obra, lo cual lo motivó para hacer su valedera reclamación ante la Sociedad de Autores y Compositores Sayco, que decidió dividir las regalías entre los dos autores, pero se seguía desconociendo públicamente a Madera Castro.
“Hace muchos años que no habló con Choperena, él se vio obligado a llamarme hace varios años por un contrato que si no llevaba mi firma no lo daban; él fue mi gran amigo y fuimos muy confidentes, pero él se apartó de los caminos de Dios”, precisó Juan Madera; son tantos años de sufrimiento para mi y mi familia, no por lo económico sino por la parte moral”, indicó.
Madera dijo que se ha hecho justicia y manifiesta haber recuperado a “su hija mayor”, la que engendró en el pentagrama y la sostuvo por muchos años con su clarinete.
La Pollera Colorá ha sido interpretada por reconocidas orquestas en el Vaticano y destacada con sus opiniones por Lucho Bermúdez, Alfredo Gutiérrez y Juan Piña Valderrama, entre otros.

Adolfo Mejía Navarro


Nació el 05 de Febrero de 1905 en  San Luis de Sincé- Sucre- Colombia. Desde niño mostró inclinación por la música y fue en la escuela anexa a la Normal de Institutores, quien lo  escogió para formar parte del Coro de San Pedro Claver, destacándose por su voz.

En 1923 ingresó en el Instituto Musical de Cartagena, ciudad en la que vivía desde pequeño; allí tuvo como profesores a Juan de Sanctis y Eusebio Celio Fernández. Pero al poco tiempo abandonó dicha institución. En esta época dirigió una pequeña orquesta y comenzó a componer.
Perteneció a la Estudiantina Revollo, la Orquesta Eureka y la Jazz Band Lorduy.

De ésta época datan algunas composiciones de carácter tradicional como porros, fandangos, bambucos y pasillos.

En 1930 viajo a Estados Unidos donde formo el Trío Albéniz con Terig Tucci y Antonio Francés, con el cual firmó un contrato para grabar algunas de sus creaciones con los sellos Columbia Gramophone Company y RCA Víctor. En esta ciudad permaneció 3 años, durante los cuales el trío se presentó con gran éxito. A pesar de esto, el grupo se disolvió.

En 1933 Adolfo Mejía regresó a Colombia donde trabajó como bibliotecario del Conservatorio Nacional y como pianista en la Emisora Ecos del Tequendama en Bogotá. Además formó un trío de guitarras, fue director de la Orquesta Granadina de Hernando Rico Velandia, con la cual se presento en el Teatro Colón, e ingreso al Conservatorio Nacional de Música.

En 1934 realizó una gira por Suramérica patrocinado por la General Electric Company, compañía que era dueña de una emisora radial que se sintonizaba en Colombia y cuyo director musical era el argentino Terig Tucci.

El 6 de Agosto de 1938 ganó el Premio Ezequiel Bernal con su Pequeña Suite, con la cual abrió el Festival Iberoamericano de Música organizado por Guillermo Espinosa Grau. Posteriormente viajó a París gracias a una beca otorgada por el Gobierno Nacional para que estudiara en la École Normale de Musique, donde fue alumno de Nadia Boulanger. 

En 1939 tuvo que regresar a Colombia debido a la guerra, pasando antes por Brasil, donde entró en contacto con la Orquesta de Jóvenes Americanos que dirigía Leopold Stokowski.

El grueso de la obra de Adolfo Mejía pertenece a los años comprendidos entre 1941, cuando asumió la dirección de la Banda de la Escuela Naval de la Armada Nacional, cuyo himno con letra de Adolfo Lemaitre,* compuso el Maestro Mejía y por el cual recibió la Orden Naval Almirante Padilla, en grado de Caballero, y 1950 cuando regresó a Europa.
Viva Colombia, soy marinero;
por mi bandera, por mi heredad
vivo en las olas celoso y fiero,
soy caballero del ancho mar. (bis)

Bajo la gloria de un sol de fuego,
bebiendo brisa, gustando sal,
todo lo grande, todo lo bello
me va enseñando la inmensidad.

De oros brillantes, de azul de cielo
de ocasos rojos torna el singlar,
el gallardete de mi crucero
sus tres colores de libertad.

Viva Colombia, soy marinero;
por mi bandera, por mi heredad
vivo en las olas celoso y fiero,
soy caballero del ancho mar. (bis)

Besos fugaces me dan los puertos;
locos vaivenes el vendaval,
más la que adora mi pensamiento
como una estrella rumbos me da.

Por eso canto cuando navego,
poco me importa la tempestad,
siempre me alumbran mis dos luceros,
el de mi patria y el de mi hogar.

Viva Colombia, soy marinero;
por mi bandera, por mi heredad
vivo en las olas celoso y fiero,
soy caballero del ancho mar. (bis) 

Letra: Daniel Lemaitre Tono
Música: Adolfo Mejía 
En 1950 viajó a Europa y luego a Estados Unidos donde permaneció año y medio dictando clases de guitarra.

En Colombia fue director de la Banda de la Marina y profesor en el Instituto Musical de Cartagena, institución de la cual también fue director en 1957.

En 1970 la Universidad de Cartagena le otorgó el titulo de Doctor Honoris Causa.

El 06 de Julio de 1973 muere en  Cartagena- Bolívar- Colombia.

Algunas Obras: “Pequeña Suite”, “Acuarela”, “Primaria”, “Tercera Salida de Don Quijote”, “América”, “Improvisación”, “Bachiana”, “Capricho Español”, “Intima Primera”, “Suite de Danzas Españolas”, “Danza Africana”, “Luminosidad de Aguas”, “Improntus”, “Preludio”, “Bambuco”, “Finita”, “Poemilla”, “Campanas”, “Homenaje”, “Tres Canciones Infantiles”, “Cartagena”, “Himno de la Marina” y el “Himno de Cartagena”.